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Recordando al Hno. Fernando de la Fuente


Para conmemorar un nuevo aniversario del fallecimiento de los Misioneros Maristas de Zaire el pasado 31 de octubre, el Hno. Hernán Cabrera nos comparte un testimonio personal sobre el Hno. Fernando de la Fuente.



Me han pedido unas palabras testimoniales sobre el Hno. Fernando. Y con gusto he aceptado, pues por gracia vivimos juntos algunos años. En Quillota 1 año (1975), en Rancagua 3 años (de 1979 a 1981) y en Los Andes 3 años (de 1990 a 1992). Ya lo había conocido cuando llegaba a Chile a sus 18 años habiendo hecho recién su Primera Profesión Religiosa en España a fines de 1962 siendo yo Junior del Seminario Menor de Limache. Recordemos. Al morir, Fernando tenía sólo 52 años y hoy contaría con sólo 81..

¿Qué decir de Fernando?

No pretendo glorificar su figura, pero es inevitable poner en relieve su riqueza humana y espiritual. De partida, "Hernán" es apócope de "Fernando" y en Los Andes alguien reparó en eso y siempre nos celebraban el 30 de mayo juntos. Jamás había celebrado mi Santo, si no es por Fernando, cierto. En realidad, compartíamos muchas cosas. El amor por la poesía y la literatura. Ambos éramos profesores de Castellano, él de la Católica de Valparaíso y yo de la Católica de Santiago. "De la Pontificia", lo bromeaba yo. Ambos amábamos la música. Él con su laúd y yo simplemente con mi guitarra animábamos los almuerzos de Cumpleaños.

De él aprendí a manejar los plumones para dibujar lindas letras que adornaban los días de Cumpleaños de nuestros Hermanos y Fiestas del Colegio. Y en Los Andes jugábamos fútbol los sábados en la tarde en el Campeonato que organizábamos con el Centro de Padres. Él era el primero en llegar a la cancha y durante el partido corría muy veloz de puntero derecho, pegado a la línea. Esa clase de puntero que "hoy ya no se ven" diría Pedro Carcuro. Todos se admiraban que Fernando siendo el Director jugara fútbol y lo hiciera con tanto entusiasmo. Durante la semana teníamos tema para comentar en el comedor las jugadas notables y los chascarros que él celebraba con su risa estruendosa tan propia.

Creo que Fernando era tímido. Pero su timidez la escondía con su risa. Fernando habiendo sido Consejero Provincial, Formador y Director de varios Colegios, evitaba esos cargos, quizás porque, entre otras cosas, evitaba situaciones difíciles o los conflictos. Cuando teníamos que resolver un problema del Deporte o de la Pastoral o recibir a alguna autoridad religiosa que llegaba al Colegio me decía: "Ya, Hernán, encárgate tú de eso. Tú lo haces muy bien". Y reía con ganas.

Él amaba la sala de clases, con su bata blanca que escondía su figura delgada y con su lápiz clásico en su bolsillo izquierdo. Fernando escondía un insondable fondo de espiritualidad forjada y pulida en silencio con los años. Había en ese fondo una sensibilidad artística, cercana al mundo espiritual que expresaba en las diversas formas ya señaladas con su palabra ilustrada y culta, con su mano creativa de artista, con su oración sencilla, desnuda, simple.

Cuando Fernando se fue de Los Andes yo sentí un gran vacío que hoy, al escribir estas líneas, he estado dimensionando. No había vuelto a reparar en ello. Sentí que había perdido a un gran hermano, a un buen compañero, hasta un muy buen amigo, de quien me sentí aceptado, valorado y querido, y que ya no volvería a ver. Y así fue. Al año siguiente, yo fui trasladado a Villa Alemana y él a San Fernando y de ahí a África. Realmente no lo volví a ver más.

Esa experiencia tan rica humana y espiritual dejó huella en esos hermosos años y no puedo dejar de decir hoy:

¡Gracias, Fernando! ¡Gracias, Señor, por el paso de Fernando por mi vida! ¡Gracias por el paso de Fernando por nuestra tierra, por nuestra Provincia marista!

Hno. Hernán Cabrera Baeza



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