La jornada comenzó con la lectura del texto bíblico de la multiplicación de los panes, haciendo especial énfasis en el gesto generoso del joven que entrega lo que tiene para ayudar a los demás. Este pasaje iluminó el día y nos recordó que cada pequeño gesto, compartido desde el corazón, puede alimentar a muchos.
Luego, a través de dinámicas y un desafiante ejercicio de trabajo colaborativo ?la construcción de una torre con ayuda de cuerdas? los participantes pusieron en práctica la escucha, el apoyo mutuo y la coordinación en equipo, descubriendo que el servicio comienza cuando aprendemos a caminar juntos.
Más adelante, se vivió un profundo momento de reflexión en torno a tres lugares simbólicos en la espiritualidad marista: el Belén, la Cruz y el Altar. Desde ellos, se profundizó en la identidad del joven marista como alguien que encuentra a Jesús y a los demás en la sencillez, en el sufrimiento y en la entrega cotidiana.
Por la tarde, los grupos se dividieron para vivir dos experiencias de servicio solidario. En un primer momento, un grupo compartió con niños y otro con adolescentes en dos albergues salesianos, generando espacios de juego, escucha y cercanía. Luego de esta primera experiencia se tuvo una Eucaristía. A continuación, participaron en una visita a personas en situación de calle, llevando no solo alimentos, sino sobre todo tiempo, diálogo y presencia fraterna.
La jornada concluyó con un espacio de recogida que ayudó a los jóvenes a poner en palabras y emociones todo lo vivido. La experiencia dejó una huella profunda: servir juntos no solo transforma la realidad, también transforma el corazón.