"El safeguarding no es Mickey Mouse ni Disneyland, es un asunto serio". Así se ha expresado el H. Fortune Chakasara en la oración que ha abierto la segunda jornada del "Child safeguarding workshop", que se celebra en Roma, de 17 a 21 de marzo, convocado por la Comisión Internacional para la Protección de la Infancia. A continuación, ha invitado a los participantes a comprometerse en la creación de entornos seguros y en la promoción de los derechos de la infancia, siguiendo la propuesta evangélica de Jesús de Nazaret.
Fernando Domínguez, de la Provincia Mediterránea, ha desarrollado el tema "Construyendo un entorno seguro". A partir de un análisis de cuáles son las violencias que pueden impactar en los niños y jóvenes de las instituciones educativas maristas, ha propuesto el desarrollo de la cultura del safeguarding, compuesta por políticas, acciones de management y de liderazgo, procesos y herramientas, y evaluación y monitoreo de datos.
Un entorno seguro es aquel que permite al niño comunicar su situación y a la comunidad educativa expresar su voluntad de cuidar a sus miembros. Empieza por ayudar al niño o la niña a ser consciente y a entender que lo que le sucede es un abuso, interpretando sus sentimientos y lo que le está sucediendo. La comunidad educativa debe crear un entorno que favorezca la expresión de la víctima: tiempo para el diálogo, lugar favorable a la confianza, persona cercana con capacidad de escucha. Superando el miedo a no ser creído o a convertirse en víctima, y el impacto en su familia y en su entorno, el niño o la niña podrán expresarse y romper el silencio, abriéndose la oportunidad a la reparación.
El tema de la reparación y el acompañamiento a las víctimas ha sido tratado a fondo por Marcela Hormazábal, de Chile (Provincia Santa María de los Andes). En su presentación ha sintetizado el recorrido de los Maristas en su país, desde 2017 hasta ahora, en relación a la protección de la infancia. Desde los primeros casos de abusos conocidos en ese año, hasta la acogida y la reparación a las víctimas de hoy, todo un camino de aprendizajes, de dolor compartido, de certeza en la importancia de la acogida y la escucha, de empatía, de decisiones.
La reparación pasa por dar credibilidad a las víctimas, reconocer y asumir la responsabilidad institucional, y proponer una indemnización. Cuando esta propuesta se puede hacer desde el encuentro interpersonal, en ambiente de confianza y acogida, la reparación es más profunda.
Marcela ha comentado algunos aprendizajes de este proceso: ¿Cómo ha intervenido el miedo en la respuesta ofrecida? ¿Cómo se cuantifica el daño ejercido o las reparaciones a ofrecer? Y a su vez, la convicción de que la escucha es parte imprescindible del proceso, que la respuesta es de la Institución en su conjunto, y que un compromiso profundo en la promoción de los derechos de la infancia es clave para dar credibilidad a la respuesta.
Finalmente, Nancy Camillery, del Distrito West Central Europe, ha abordado, desde su experiencia, el difícil tema del trato de los victimarios. Desde el cumplimiento estricto de las leyes de cada país y sus consecuencias, aparece relevante crear comisiones interdisciplinares de acompañamiento, teniendo en cuenta las víctimas en primer lugar. Quizás, a veces con el tiempo, el victimario llegará a pronunciar un "Lo reconozco, lo lamento". En este proceso, la información en el entorno inmediato del victimario es importante, así como el acompañamiento de las víctimas secundarias o colaterales.